Llegó el momento de regresar a Quisqueya, esta vez muy bien acompañado. Fue en enero 2013 cuando llegamos, ahora sintiéndome yo, el más experimentado. Tomamos en autobús para comenzar el viaje de tres horas y media hasta San Juan. Observaba cada detalle grabándolo en mi memoria, estableciendo contrastes con lo que ya conocía. Un mes completo me aguardaba, lleno de ilusión solo pensaba, cómo podía ser útil. Me sentía como en mi hogar aunque muy poco se parecía, pero al menos tenía algo en común, contaba con la misma familia.
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Mi madre, Joshua y yo |
Me sentía contento de que mi madre y mi amigo Joshua experimentaran el servicio en el extranjero. Era como revivir la emociones que tuve un año antes. Quería, que conocieran el mundo que se esconde tras las fronteras de nuestra rutina y vida diaria. Deseaba que vieran como nuestro servicio no se limita a lo que está a nuestro alcance. Durante dos semanas participaron en el censo de ASL, asistieron a las reuniones e incluso comentaron. Jamás imaginé el efecto que esto tuvo en ellos, sino hasta tiempo después. Por ejemplo Joshua, al regresar, creó las circunstancias y se dedicó a campo de ASL en Puerto Rico.
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Bayrex y Abdiel |
Al ellos partir, llegaron otros reclutas, mi amigo Bayrex y Abdiel. Llenos de energía comenzaron a apoyar de lleno la congregación de El Córbano, a las afueras del pueblo. Bayrex -a quien acompañé en su primer viaje-, fue siempre para mi una fuente de estímulo por su madurez e intrepidez. No había hazaña demasiado grande para su incansable espíritu de precursor.
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Francis y Glorinés |
También llegaron Francis y Glorinés. Decidieron vivir la aventura motivadas por la fotos que vieron y las experiencias que escucharon. Durante dos semanas vivimos experiencias inolvidables. Francis, con su dulzura y gran corazón se ganó el cariño de todos. Glorinés por su parte con su alegre personalidad e intrépida actitud nos enseñó a disfrutar de nuestro servicio. Juntos disfrutamos muchísimo. Francis, demostró ser la mujer más valiente al subirse a la motocicleta que apenas unos días antes aprendí a manejar. Con Glorinés, di mi primer resbalón en el lodo, pero tan fuerte se agarró, que no nos caímos. También tuvimos simultáneamente nuestra primera ameba. Todo, mientras nos hospedábamos en una casita de un solo baño.
¡Toda una prueba de tolerancia! Pero sobrevivimos con una amistad más sólida y un estómago más resistente. No podemos evitar reírnos cada vez que lo recordamos.
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Reunión en Las Yayas de Viajama |
Visitamos luego el municipio de Padre Las Casas, pueblo entre las montañas, a una hora de San Juan. Lugar con el número más alto de gente especial por kilómetro cuadrado. Allí nos hospedamos con Rey y Millie, puertorriqueños que se mudaron a servir en la zona. Dos personas especiales que dejan mella en el corazón de todos los que les rodean. También conocimos a Natanael y Rosanna, incansable matrimonio que apoyaba la obra en la zona. Durante unos cuatro días, los acompañamos en su rutina. Parte de esta era, visitar el vecino pueblo de Las Yayas de Viajama. Nunca imaginamos que íbamos a vivir en carne propia, el trabajo que ha sido parte de la historia de ese pueblo. Como resultado de la bendición de Jehová y del arduo trabajo de Rey, Millie, Natanael y Rosanna el crecimiento ha sido increíble. La asistencia de la conmemoración de ese pueblo sin publicadores fue de 170. Tan notable fue esto, que se mencionó en el anuario de 2015 (yb15 pág. 149 párr. 1)
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Mi despedida luego de un mes de servicio. |
Mi tiempo de regresar a Borinquen llegó, sentimientos encontrados albergaba. Supe que pronto comenzaría la obra de criollo haitiano en la zona. Deseaba servir en San Juan, ser parte del comienzo de la obra en idioma. Sin embargo, las responsabilidades me ataban. Aunque estaba conciente de la gran necesidad del area, sentía que también estaba cubriendo la necesidad que había en mi localidad. Neftalí me enseñó, que los lugares para servir son como una sala de emergencias, donde todos tienen necesidad. Sin embargo algunos más que otros tienen prioridad. También aprendí que nadie es indispensable, el trabajo se va a hacer comoquiera. El que la obra se efectúe, no depende de nosotros como individuos. Fue entonces que comprendí, que cualquiera podía hacer mi trabajo en Puerto Rico; pero no cualquiera podía tener las circunstancias propicias para mudarse al extranjero. Yo las tenía, y no podía ser conformista y quedarme quieto.
¡Quería hacer más! Me di cuenta, que los límites de lo consideraba que era el máximo que podía dar, estaban delineados por mi propio criterio basado en lo que conocía. El ver que otros lo habían logrado me animaban a hacer lo mismo. Pero, ¿cómo con solo 19 años lo lograría? Jamás me hubiera imaginado lo que ocurrió...