Tuesday, December 26, 2017

Felizmente Pelados



La lamentación no retrocede el tiempo cuando ocurre un accidente, pero una buena actitud detiene el malestar. Una actitud relajada y una pizca de buen humor dan color a estos momentos grises; hacen que estos recuerdos provoquen sonrisas al llegar a nuestra mente.

Mi primera vez. Aprendiendo.
Andar en motocicleta se ha convertido en "el pan nuestro de cada día" desde que me mudé al extranjero. Ha hecho que cada día sea una aventura extraordinaria. Recuerdo con cariño -en mi segundo viaje al país- a mi primer instructor de manejo Neftalí, quien con sus consoladoras palabras me decía: "móntate y dale pa' lante, si te caes del piso no pasas". De esta manera me libró de los temores y me animó a conducir. Dos días de práctica me bastaron para embarcarme solo hacía un campo llamado Pedro Corto. A treinta minutos por la transitada carretera quedaba. Nunca imaginé que esta sería la primera de incontables travesías parecidas en este medio de transporte.

Con Ana Karen.
La primera víctima.
Siendo estos vehículos algo inseguros no faltaron las caídas inevitables. Recuerdo mi primera y más aparatosa andando con Ana Karen. Esta pobre joven inocente -que ni bien se agarraba de mí por vergüenza- sufrió el primer accidente conmigo. Íbamos del parque al grupo muy frescos y risueños bajo el frío mañanero. De pronto, un pequeño y peludo perro que se encontraba en el lado contrario de la carretera de un susto saltó frente a mi rueda. No tuve tiempo de frenar ni de esquivarlo, pero ingenuamente pensé que le ocurriría como a los múltiples animales que mi madre atropelló con el auto de camino a la escuela en las mañanas (le decían Cruella De Vil). En este caso no fue igual. Se pilló entre la rueda y el suelo y lo próximo que vi fue el asfalto de cerca. Según los testigos yo volé y ella voló por la arbolada, fue algo "trambólico". Metros de distancia separaban al motor, a Ana Karen y a mí. Al levantarme veo a Ana Karen un tanto pelada y al motor un poco averiado. Se dice que por donde Ana Karen raspó el asfalto con los dientes ahora hay un badén. Al instante, nos subimos otra vez en la motocicleta y seguimos a donde se reunía el grupo para curar sus heridas. Creo que en ese momento comencé a alimentar el odio en el corazón de esta pobre joven al sentarla en una cubeta y restregarle todas las heridas con agua fría y jabón de "cuaba"(resina). Al fin y al cabo sobrevivimos, ¡hasta el perro! Aprendí que es mejor chocar un árbol que pisar un perro y que jabón de cuaba pica como el... Bueno, eso lo aprendió Ana Karen.

Mis heridas en la piel y en el orgullo.
Pasando el tiempo Vivian Alexandra -quien acababa de llegar al país- sufrió su caída en su primera salida al servicio. Temprano en la mañana muy alegres y contentos en la motocicleta íbamos Vivian, Estrella y yo. De pronto, la imprudente pero inevitable brisa hizo volar la boina de Vivian. Ante semejante tragedia tuvimos que detenernos y virar, sin imaginarnos la catástrofe que se avecinaba. Nunca pensé que tres personas fuéramos a pesar tanto, pero cuando llegué a darme cuenta de este hecho ya estábamos en el suelo. Estrella, como estaba atrás simplemente se levantó de la motocicleta y vió el espectáculo. Vivian que estaba en el medio -al no poder entender lo que ocurría- se quedó acostada en la carretera como si de una escena del crimen se tratara. Quizás, mientras yacía en el asfalto, analizaba cómo su primera salida en motocicleta había acabado así. Yo simplemente me aferré al acelerador y me arrastré como trapo viejo. Al menos nadie resultó gravemente herido. Sólo yo tuve algunos rasguños y mi orgullo como motociclista de carga pesada algo afectado.

Con Clary quien, como pueden ver,
 aún me guarda rencor;
y con Yawil quien me avisó.
Otra víctima fue Clary de los Santos quien con su coqueta mirada y rostro angelical evoca la imagen de una indefensa criatura. Cierto día andábamos por un escabroso camino hacia un campo. Muchas piedras entorpecían la vía. De pronto, al pisar una grande y poder superarla, vigoroso me sentía. Aún en mi mente reconocía lo buen chofer que me creía cuando Yawil quien andaba delante se detiene y me vocea: "¡Se cayó Clary!". Aún rodada metros atrás esta pobre criatura que como barril en una pendiente daba tumbos sin parar. Pero algo sí fue impresionante, la pomada para el cabello que utilizaba era de lo mejor. Ni un mechón de cabello fuera de sitio tuvo. Al menos tampoco ningún raspón del que preocuparse. Nunca más se ha vuelto a montar conmigo. Supongo que es porque se le terminó la pomada y no quiere arriesgarse a despeinarse.

La causante de la
vergüenza pública.
Con la herida en el codo y
el bochorno en la cara.
La tercera de mis caídas fue la más dolorosa, al menos para mí orgullo. Mi madre había horneado pizza una noche después de la reunión. Ante su seria amenaza de tener que comerla con agua Michael y yo decidimos salir al colmado a comprar Coca-Cola. En una mochila entramos tres botellas de vidrio para rellenarlas y nos fuimos en la moto de Gregorio para más facilidad. Llegando al colmado nos abastecimos del néctar sagrado y salimos para irnos. Siendo un sábado en la noche el "chimi"(negocio de hamburguesas callejeras) frente al colmado estaba abarrotado con los "tígueres" del barrio. Un poco amenazado me sentía, así que deprisa nos subimos al motor que apenas había manejado. Lo encendí, lo aceleré, y solté el "clutch" para rápido irme de ahí... grave error. En una goma salimos de la escena. Lo próximo que recuerdo era verme estrellado en el suelo y escuchar a los "tígueres" reírse y gritar: "Oh oh, pero el americano quería 'calibrar'("wheeliar")". Creo que más rápido de lo que nos caímos nos levantamos y nos fuimos. Demás está decir que al día de hoy no me han vuelto a ver ni la sombra por este colmado. Solo sufrí un rasguño y el motor un espejo roto. Michael se peló la rodilla, pero se dice que donde dió con el codo hay un cráter todavía. Al menos la historia tuvo un final feliz, pues, las botellas de vidrio quedaron intactas y nos pudimos comer la pizza como se debe, con Coca-Cola.

Con Kesia, mi
compañera en el dolor.
Mi cuarto y más reciente accidente al menos dió mejor testimonio. Cargar el exhibidor de la predicación pública es todo un reto cuando andas en motocicleta. Era yo todo un experto en esta acrobacia. Cierto día andando en motor de Zuleika, Kesia y yo nos dirigíamos al mercado temprano en la mañana. Llevábamos el exhibidor como remolque por la carretera. Pensábamos que era una buena idea hasta que convenientemente el carrito encontró un hoyo frente al hospital. Al volcarse Kesia lo levantó y como péndulo nos chocó. Yo frené de golpe y el resto fue algo "trambólico" también. Pero, quienes volaron en esta ocasión fueron las publicaciones. Al instante, los "concheros"(moto-taxi) y toda la multitud que nos rodeaba acudieron a socorrernos. Nos ayudaron a levantarnos y a recoger las publicaciones. Una señora hasta se acercó a nosotros y se llevó las revistas más recientes. Si Jehová aprovechó el momento para que ella tomara las revistas espero que gracias a ello llegue a la verdad. Ni la moto ni el carrito sufrieron daños. Kesia sólo tuvo tres puntitos en la mano. Yo en cambio me raspé el codo y la rodilla. Luego seguimos al mercado y estuvimos las dos horas en el servicio. Dos días después por poco voy en pantalones cortos a la Asamblea Regional que tuvimos, pero al fin y al cabo todo sanó y el testimonio se dió.

De estos eventos algunas lecciones aprendí. Aprendí que pisar un perro en moto es igual que pisar una mina terrestre y que el jabón de "cuaba" es multiusos. Aprendí que virar con peso no es buena idea y a de vez en cuando hablar con el pasajero para asegurarme de que no se haya caído en el camino. Aprendí también que el "clutch" se suelta suevamente y que el exhibidor se carga y no se remolca. Pero sobre todo aprendí que el miedo sólo nos restringe de disfrutar al máximo de estas aventuras y que el buen humor hace que estos trágicos momentos sean gratos recuerdos en nuestra memoria.

Wednesday, March 22, 2017

El Velorio Rural Dominicano

EL TRABAJO llena los bolsillos, pero las aventuras llenan el alma. Son estas experiencias las que al pasar los años nos da la seguridad de que tomamos la mejor decisión. Me resulta interesante en lo personal ver otras culturas. Me fascina el lograr entender el porqué de las diversas costumbres que se llevan a cabo en las comunidades aisladas.

Recuerdo mi primer velorio dominicano. Les cuento que fue toda una experiencia. Siempre he estado familiarizado con el modus operandi de estas exequias; ya que gran parte de mi niñez la pasé con mis abuelos. Estos tenían más de 10 hermanos cada uno, así que, casi semanal moría algún: hermano, tío, primo, vecino, amigo, enemigo, etc. A corta edad yo era todo un catador profesional de chocolate caliente y pan sobao', y un excelente corredor de bienes raíces fúnebres. Sin embargo, no me bastó esa experiencia adquirida para lo que estaba a punto de ver.

La caravana fúnebre
Fue en mi primer viaje al país. Cierto día, Clary Pérez, quién servía en la congregación local de lenguage de señas me invitó a un estudio sordo que tenía. Al terminar, me dice, que iríamos a un velorio de la madre de alguien que conocía. Al llegar a la funeraria, todo se veía bastante tranquilo, pero en ese preciso momento deciden llevarse al muerto. Todo era confuso, sólo recuerdo que las mujeres decían "guay, guay, guay"  y se desmayaban. Yo entendía que se preguntaban "why?" en inglés; así que deduje que la familia de la fenecida era gringa. Al salir de la funeraria colocaron el féretro en el carro fúnebre. Mientras se dirigía a paso de tortuga al sepelio le seguía pie toda la multitud, precedida de la patrulla motorizada que se encargaba de recojer a las mujeres que se "ponían malas" en el camino. Grande fue la impresión que causó semejante escena en mi joven mente. Sin embargo, no sería la única vez que presenciaría un acontecimiento como éste.

El alcoholado o "berrón"
con las hojas de guanábana.
No me bastó lo que vi en esa ocasión, para no regresar a semejantes exequias. Dos años después ya mudado al país muere el abuelo de alguien conocido. Asistí para "cumplir" como deber cultural. Al llegar, veo un ambiente más calmado y sosegado. Me senté en una posición estratégica para observar todo lo que ocurría. Al rato, llega una de las hijas del muerto. Muy serena y tranquila se encontraba, pasivamente y sentada conversaba. De pronto, llega un familiar que la abraza por la espalda. Creo que fue el botón de pánico que le presionó, porque le comenzó una descontrolada aflicción. Tanta fue su congoja que mientras aún estaba sentada un desmayo le sucedió. Yo, con mi experiencia medica aficionada voy a examinar si se trataba de un desmayo o si el muerto se duplicó. Al palparle la yugular siento un debil pero presente latido. Confirmando mis sospechas de que se trataba de un simple desmayo, ordeno a que tranquilamente se le levanten las piernas. De esta manera ayudaba a aumentar su presión sanguínea. Todo transcurria en orden y calma, hasta que llegó la noticia a los oidos de la madrina. "La doña se puso mala" le decían. A mala hora se enteró. De repente, despavorida salió la madrina de la casa, con alcoholado y hojas de guanábana en mano. Yo aún le sugetaba la mano a la desmayada y trataba de que le dieran espacio para que el aliento le recobrara. En vano resultaron mis esfuerzos. Pasándole alcoholado por la frente y hojas de guanábana por los pies la madrina decía: "¡Te ordeno que salgas de ella! ¡Que dejes salir esa tristeza!". La doña balbuceaba hasta que dejó salir un grito estruendoso y comenzó a retorcerse. Lo triste de la situación no era el caos del todo, era que mi pobre mano la tenia agarrada aún la doña. Solo les digo que por poco pierdo la mano retorcida. En un punto no se sabia quien gritaba más, la doña en su asunto o yo en mi dolor. Almenos nadie resultó herido. Solo terminé yo con un buen susto y mi ego médico averiado.

Cruzando la empalizada
de alambre de puas.
Pasando unos meses y ya estando mis padres en el pais fué que entendí el asunto mejor. Cierto día, predicábamos en campaña por una comunidad rural de San Juan llamada El Ciruelito. Cómo de costumbre, llegamos en motocicletas adentrándonos en el campo. Al llegar resulta que en una de las casas estaban esperando a que llegara un muerto que traían del pueblo con el objetivo de velarlo. Cuando llegó el muerto -quién era una bisabuela de la dueña de la casa-, comenzó el velorio con los gritos de todas las mujeres. No importaba si era familia o del vecindario todas llegaron a llorar al muerto por igual. Esto se debe a que según la costumbre local quien no llora al muerto no lo quería. Esto desencadena un curioso escenario. Cada vez que llegaba a una: tía, prima, hermana, sobrina, amiga, enemiga, vecina, conocida, etc. comenzaba otra vez la gritería. Como si al hacerlo acompañaban al nuevo integrante del velorio en su dolor. Era curioso como desde que llegaban y se bajaban de la camioneta dónde usualmente venían, se "etericaban" (poner todo el cuerpo tieso), asi que los hombres tenian que ayudarlas casi cargándolas hasta entrar al lugar. Así están por 9 días y se repite la gritería cada vez que llega algún pariente de la capital o de donde sea. Al menos al muerto lo entierran máximo al segundo día. Luego se pasan los próximos 6 días jugando dominó bajo la lona de saco que ponen frente a la casa para guardar el alma durante los nueve días que resan y así le aseguran "la entrada al cielo". Extraña costumbre, ¿no es verdad? Ese día aquel campo se encontraba desolado. Todo el mundo estaba en el velorio. Parece que el "Chenchén con chivo" estaba bueno o por agotarse, ya que ni un alma rondaba los predios. Recuerdo que, para poder dejarles la invitacion que le llevábamos tuve que pasar por debajo de la empalizada de alambres de puas en algunas casas para llegar a la puerta y dejar la invitacion en un lugar seguro.

En fin, de las experiencias aprendí varias cosas. Primero, aprendí a visitar un velorio luego del noveno día. Segundo, a nunca preguntar quién era el muerto a alguien que ya está tranquilo. Esto ocasionará un efecto dominó de gritos imparables. Tercero, aprendí que cuando gritan "guay" no están reclamando "why? (¿porqué?)" en inglés. Simplemente es una expresión de dolor o asombro. Cuarto, aprendí a dejar que las cosas fluyan y a no creerme médico cuando la madrina está presente con el alcoholado y las hojas de guanábanas. Y quinto mi madre aprendió a  no pasar con la guagua por debajo de una lona fúnebre a menos que quieras llevartela enredada en la capota y profanar las exequias.

Pero algo sí aprendí de estas experiencias. La empatía dominicana es inigualable. En estas comunidades rurales uno ve cómo toda una comunidad se une en apoyo a la familia del difunto. Se ve cómo el dolor ajeno se convierte en el propio. Y se ve cómo la compasión los impulsa a no escatimar en gastos para que los dolientes sobrelleven su pena. Una cultura admirable cuando de relaciones humanas se trata. Habiendose dicho todo esto, llegué a una conclusión: el dia que me muera quiero un Velorio Rural Dominicano "¡Guay, guay, guay mi mai'!".

Wednesday, August 31, 2016

Corriendo Ganado, Comiendo Motocicleta y Montando Arroz

Las aventuras pudieran ser peligrosas, pero la rutina es letal. Eso lo he comprobado en mi servicio en Quisqueya. Cada día resulta necesario tener la osadía de enfrentarse a lo que venga con una actitud positiva. Cómo si andar en motocicleta no fuera suficiente aventura, el quedarse sin gasolina, o que se le pinche una llanta completa la experiencia. Les relataré varias anécdotas que han hecho de esta aventura una única e inolvidable.

El justo momento en que huía de la vaca.
Las buenas experiencias en el ministerio llegan a ser tan comunes al servir en el extranjero, que llega el punto que son las jocosas las que uno más recuerda. Cierto día andábamos con el grupo en Hato del Padre (campo a 30 minutos del pueblo). Ya como de costumbre, habíamos comenzado a visitar las personas como hacíamos todos los viernes en esa zona. Sin embargo, ese viernes sería uno singular. Me encontraba yo frente a una casa con Willi. Mientras allí estábamos, veíamos y admirábamos lo más frescos y tranquilos cómo dirigían una vacada por la calle para moverlas a otro cercado. De pronto, un desesperado motorista pasa por el centro de la manada tocando bocina. ¡Error craso! En ese instante, el toro que iba a la cabeza se asustó, y como ruta de escape escogió el camino donde andábamos. No sé si fue cobardía o instinto de supervivencia, pero como no tenía tiempo para analizarlo en un parpadeo Willi y yo corríamos como dos gacelas con el toro atrás. Mientras protagonizábamos semejante persecución, buscábamos algún lugar por dónde entrar y así salir de su camino. Pero, la cerca a nuestro lado parecía infinita. Así que, viviéndome el papel de la gacela, salté la empalizada a mi lado y caí en el balcón de una doña con quien Magnolia, Yonaika y Ana Karen conversaban. No morimos por el toro, pero estuvimos a punto de morirnos de la risa. No hay duda de que, las personas de la zona quizás no recuerden el mensaje, pero si recordarán lo buenos atletas que somos en las carreras con saltos de vallas. En otra ocasión andaba con Willi jugando con un becerrito. Muy tranquilo estaba yo y no me percataba del peligro que me aguardaba. Detrás del matorral la vaca madre me acechaba. De pronto, el becerro se levanta y es en ese momento que me doy cuenta que estaba cerca de una corneada. Willi sólo me retrataba y con gran habilidad capturó el justo momento en que corría despavorido con el rostro atormentado. Luego me di cuenta que en vez de cambiar mi estrategia en el servicio, era el compañero que tenía que cambiar para evitar incidencias con vacas o toros al predicar.

Mis heridas de la caída.
Estando ya acomodados y bastante aclimatados, llega nuestro turno de devolver el favor. Mostrar hospitalidad a otros como a nosotros se nos mostró. La primera de mis amigas en visitar fue Vivian Alexandra vecina y casi hermana carnal que vive a tres casas de mi antiguo hogar. Como si años de anécdotas no bastarán, ahora nos tocaba añadir historias a nuestro libro de recuerdos. Durante varias semanas se hospedó en casa de los Sedas haciendo de esta aventura una inolvidable. Me resulta imposible olvidar su primera salida a predicar. Alegres y risueños en la motocicleta andábamos Vivian, Estrella y yo. De pronto la imprudente pero inevitable brisa hizo volar la boina de Vivian. Ante semejante tragedia tuvimos que virar, sin imaginarnos, la catástrofe que se avecinaba. Nunca pensé que tres personas fuéramos a pensar tanto. Pero, cuando llegué a darme cuenta de este hecho, ya estábamos en el suelo. Estrella como estaba atrás simplemente se levantó de la motocicleta y vió el espectáculo. Vivian, que estaba en el medio -al no poder entender lo que ocurría- se quedó acostada en la carretera como si de una escena del crimen se tratara. Quizás mientras yacía en el asfalto analizaba como su primera salida en la motocicleta había acabado así. Yo simplemente me aferré al acelerador y me arrastré como trapo viejo. Al menos nadie resultó gravemente herido, yo sólo tuve algunos rasguños y mi orgullo como motociclista de carga pesada algo afectado.

Gregorio, Yonaika, Nathalie y Vivian
sobre el fardo de arroz.
Pasaron los días y otra anécdota recuerdo que tuvo. Gregorio -quien servía de Precursor Especial junto a Yonaika su esposa- tenía asignado o el Discurso Público en Padre Las Casas. Hora y media duraba el viaje, por esta razón consiguieron una pequeña camioneta para llegar a ese pueblo entre las montañas. Seis personas iban montadas; mi padre iba manejando. De pronto, la camioneta se descompuso, ya no podía con el peso de la seis personas. Estando contra el reloj se paran a la orilla de la carretera a pedir "bola" o trasporte a quien pasara. Supongo yo que sus posibles buenas expectaciones de un transporte de lujo se vieron reemplazadas con el conformismo; ya que lo único que se detuvo fue un camión cargado de arroz. Mi madre se subió en la cabina con el chofer y Gregorio, Yonaika, Nathalie y Vivian sobre el fardo. El chofer pensando que mi madre era estadounidense y no habla español sólo le decía: "¡Cristo viene!". Al aproximarse al pueblo le dijo: "Ya estamos llegando a Padre Las Casas (inserte acento de gringo)", pronunciándolo como si con el acento de angloparlante lo fuera a entender mejor. Al final llegaron sanos y salvos. Lograron cumplir con su misión. 

Luego de estas y otras experiencias inolvidables Vivian Alexandra regresó a su hogar en Borinquen con su libro de recuerdos repleto y el deseo insaciable de revivir esta aventura. Vivian fue sólo la primera visita. ¿Quiénes más se aventuraron y qué anécdotas tuvieron? Veamos...

Wednesday, June 29, 2016

Nunca es Tarde


LLEGANDO a la cumbre de nuestra vida, resulta innegable la existencia de un anhelo incólume. El deseo de toda persona es: disfrutar en sus últimos años de la comodidad y los recursos que durante toda una vida han acumulado. Es irreprensible el desear alcanzar esta calidad de vida. Al fin y al cabo, ¿quien no merece un retiro digno después de 40 o 50 años de duro trabajo? Sin embrago, al llegar a esta etapa, muchos impactan una inesperada realidad. ¿Qué define la calidad de vida que tanto ansiaban?

Mis padres llegando al país.
Hay quienes comienzan algún pasatiempo y otros se dedican a cuidar o hasta criar a los nietos como si de un deber se tratara. Algunos, simplemente esperan en su sillón frente a la tele que el colesterol y la diabetes le hagan compañía hasta que la muerte los separe. Pero estos últimos olvidan una evidente realidad: "el trabajo dignifica al hombre". ¿Qué mejor trabajo se pudiera tener en ese momento, que dar a otros y servir a la comunidad? Mejor aún, ¿qué mejor trabajo que servir al mejor amo a tiempo completo, efectuando la obra mas importante que existe? Entonces, conviene reexaminar nuestro punto de vista sobre qué es calidad de vida en la tercera edad. 

Mis padres participando
en el servicio.
Para todos -seamos jóvenes o mayores-, la sola idea de mudarse al extranjero resulta abrumadora; y no es para menos. Son muchas las preocupaciones que saltan a la vista al contemplar semejante paso. Más allá de los estigmas socio-culturales, el tema de la salud suele tener bastante peso a la hora de tomar la decisión. Sin embargo, muchas veces dejamos que los prejuicios y la falta de información lideren nuestra percepción. Resulta cómico sin embargo, cómo muchos piensan que los mejores médicos se circunscriben al lugar donde viven. Ignorando así, el hecho de que muchos de los profesionales en que confían, estudiaron medicina en estos países en vías de desarrollo. Además, las farmacéuticas más importantes suelen establecerse en países como estos. No se puede negar que quizás, las técnicas más avanzadas sean un poco más difíciles de obtener si estás en una zona aislada, pero no son inexistentes. Y si, también existen seguros médicos. Ahora, liberados de estos estigmas, resta analizar su propia condición de salud para saber si un paso como este es viable; tomando en cuenta la condiciones reales de donde piense servir. Si no le es posible, tampoco el servir se limita al extranjero. Hay mucho que puede hacer por otros en su misma localidad. Lo importante es a que, a conciencia, demos el máximo a Jehová.

Frente al salón de la congregación
que han estado apoyando.
Mis padres tomaron esta inusual decision. No aspiraron a una vida cómoda, para pasar sus últimos años en la estabilidad relativa que un país desarrollado ofrece. Decidieron vivir la aventura que les privaron muchos años de duro trabajo. El proceso de adaptación me preocupaba. Al principio, como yo ya conocía cómo desenvolverme, dependían de mí para muchas cosas. Me preguntaba cómo se las arreglarían si yo no estaba, o qué harían cuando me fuera a trabajar a Borinquen otra vez. Aprendí una vez más de la mejor forma, que nadie es indispensable. Más aún tratándose de que su objetivo era apoyar la obra. En un abrir y cerrar de ojos ya no me necesitaban. Quedó probado entonces el dicho popular "nunca es tarde, si la dicha es buena". Dos años y medio después de su mudanza siguen trabajando duro en esta zona. No les miento, no es que no se hayan enfrentado a dificultades. Por ejemplo mi padre tuvo que someterse a un procedimiento quirúrgico en una ocasión, y recientemente ambos sufrieron un accidente en la motocicleta. Sin embargo, han adoptado la actitud correcta. Las dificultades siempre van a ocurrir, son inevitables, no desaparecerán por vivir en comodidad. Lo importante es qué hacemos nosotros mientras tanto, esperamos en un sillón a que llegue la muerte o vivimos una aventura ayudando a otros. Si, no hay que ser jóvenes para servir en el extranjero. Considere la posibilidad, puede estar seguro de que así estará viviendo "the best life ever" en su edad dorada.

Saturday, June 11, 2016

Mudanza de vida


Llegando el momento de mi partida, un cóctel de emociones embargaban mi corazón. Durante los veinte años que tenía, viví en la misma casa y asistí a la misma congregación. Sin embargo, aunque grande era el cambio, no me costaba aceptarlo; la ilusión superaba la nostalgia. Más que lo que hacía, había algo que sí extrañaría: mis amigos. Emocionantes fueron aquellos días, Cuatro despedidas demostraron lo mucho que me querían.

Mi última vez en la habitación de mi niñez
Para un 12 de octubre pautamos mi mudanza. Desperté esa mañana a las tres de la madrugada. Mientras me preparaba, solo pensaba en cómo cambiaría mi vida. Observaba mi habitación por última vez, la cual guardaba muchos recuerdos de  mi niñez. No les miento dio trabajo, pero valía la pena el cambio. "Porqué apegarme a estos recuerdos -pensaba yo-, si muchos mejores me aguardan sirviendo donde hay mayor necesidad en el extranjero". Sin  retracción alguna me fui, olvidando todo lo que alguna vez valoré. Solo cosas materiales eran, no valían más que la experiencia que obtendría. Con dos maletas andaba, y tres bultos eran toda mi mudanza. Pero ya no había vuelta atrás, tenía que cumplir con mi palabra. Mis padres me llevaron al aeropuerto, como preludio a lo que más adelante harían. Ellos también dejarían todo atrás, buscando tener una vida más sencilla.

Con Rubén, Amós y Neftalí
en el terminal del aeropuerto.
Solo al principio me iría, y gran responsabilidad tenía. Preparar todo para mis padres que en tres meses se mudarían. Con Neftalí emprendería el viaje, al terminar su temporada laboral regresaría a su hogar. También Rubén y Amós nos acompañarían para visitar y darme apoyo moral. Recuerdo que llegamos un sábado y al otro día asistiríamos al Día Especial de Asamblea. Solo llegamos a prepararnos para el otro día partir a las tres de la madrugada a la capital. ¡Toda una travesía! Fue el inicio de una gran aventura, montado motocicleta y probando cosas nuevas en tiempo se nos iba. Durante dos semanas estuvieron conmigo y muchísimo disfrutamos. No me sentía solo aún, porque los tenía a ellos a mi lado.

Rubén Amós y yo
con Ana Karen y Magnolia
Llegó el momento de su partida y regresaron a Borinquen, con la idea de volver. Alegre me encontraba yo, envuelto en mi nueva misión. Comenzando en el pre-grupo de criollo haitiano, tenía mucho que aprender. Ya la escuela del idioma la habían dado, así que un gran esfuerzo debía hacer. También la congregación del El Córbano apoyaba, quienes era nuestros anfitriones. Estaba dispuesto yo a lo que fuera, sin miedo, cualquier proyecto quería emprender. Sin embargo, al segundo mes, recibí un gran golpe, uno que no veía venir.

Con Mónika, Estrella, Ana Karen y
Magnolia adaptándome al territorio.
Inmerso en tantas actividades no percibía una innegable realidad. Ya no estaba de vacaciones, este era mi nuevo hogar. Comencé a extrañar mis amistades, añoraba los momentos que vivía. Colisioné con la dura realidad que en mucho tiempo nos los vería. En casa de Neftalí yo vivía, y el notó cómo me sentía. En el suelo junto a mi cama se sentó y me contó cómo a él, eso mismo le ocurrió. En 1992 cuando se encontraba comenzando su asignación, a este pueblo llegó. Él y Brenda solo se encontraban una noche, pensando en lo que en su antigua vida con sus amistades harían. Pero de algo se dieron cuenta, para poder hacer de este su hogar tenían que concentrarse en su nueva realidad. La lección era clara, mi forma de pensar tenía que cambiar. Para echar raíces en mi nuevo hogar, nuevas amistades tenía formar. No es que a mis amigos fuera a olvidar, solo que tenía que apegarme a mi nueva realidad. Aún me cuesta, lo admito, pero ya he visto cómo Jehová me ha bendecido. Tengo amistades valiosas ahora, y recuerdos que nunca se olvidan. No he perdido amistades, solo se han internacionalizado. Ya no me limito a una frontera sino a un pueblo. El pueblo de Jehová, que es muy diverso.

Acabando de comprar mi motocicleta
a la que luego llamaron Timoteo,
Poco a poco me fui adaptando. Tratando de hacer de este pueblo mi futuro hogar. Solo así mi servicio sería de calidad. Comencé a preparar todo para la llegada de mis padres. Primero conseguí mi medio de trasporte, uno único en su clase. Cada día la veía fuera de un colmado, de pronto me enteré que estaba en venta. Enamorado de ella quedé, por su color y su nitidez. $560.00 dólares pagué, si, una motocicleta compré. Pero solo el inicio era de todo lo que tendría que hacer. Un apartamento tenía que rentar, amueblarlo y hacerlo un hogar. El tiempo pasaba y se agotaba, ya pronto mis padres llegaban. Cómo haría todo eso yo solo, le pedía a Jehová que me ayudara. Increíble su respuesta llegó a ser, Solo dos semanas antes todo lo llegué a tener. Un hermano de Texas que acá servía, a Ocoa se mudaría. El apartamento me cedía y todo me lo vendía. Por solo $1,000 dólares lo siguiente me dejó: nevera, estufa, lavadora, sofá, comedor, cama, gavetero y dos sofá-camas. En cuestión de un día todo lo tenía. No había duda que esta decisión, contaba con Jehová y su bendición. Ahora a mis padres me tocaba recibir, me preocupaba como se adaptarían, Cómo recibirían este gran cambio, la respuesta les sorprendería...

Thursday, June 2, 2016

Inesperada Propuesta

Fue en febrero de dos mil trece
cuando regresé de Quisqueya,
y también de aquel servicio,
que en mí había dejado huella.

Tenía siempre presente
en mi mente aquella meta,
no queriendo que mi objetivo
fácilmente se disolviera.

Solo a tiempo parcial trabajaba
y gradualmente los meses pasaban.
No les niego que de vez en cuando
las preocupaciones se arrimaban.

Aveces veía yo el mudarme
como escalar una gran montaña.
¿Cómo yo con solo veinte años
lograría tal hazaña?

Le oraba yo a Jehová
y siempre le pedía,
que me ayudara a encontrar la forma
de servirle como el quería.

Un jueves común me levanto
y me preparo para ir al trabajo.
Mi padre me lleva soñoliento,
desorientado como siempre viajo.

De pronto me hace una pregunta:
¿Te gustaría la idea de todos mudarnos?
Yo dormitando le respondí "si",
sin distinguir lo que mi respuesta podría depararnos.

Luego llegué y comenzé el trabajo,
visitanto clientes y dando buen trato.
Pero, aún sin darme cuenta yo,
lo que ocurrió hacía un rato.

De pronto a mi mente llegó
aquella soñolienta conversación,
la cual no distinguía si fue realidad
o producto de la imaginación.

Pasaron los días y de pronto ocurrió,
que ya mis padres tomaron la decisión.
¡En solo dos semanas regresaríamos
para comenzar el proceso de coordinación!

Recibimiento en casa de los Seda.
Llegamos en julio contentos
y llenos de mucha ilusión,
para que mi padre viera el lugar
con detenimiento y mucha atencion.

Solo aquel poco tiempo bastó
y un recibimento lleno de amor,
para tomar la importante decisión
de pasar a "Macedonia" sin ningún pavor.

Tres meses fue el tiempo
que acordamos para mi regreso.
Una gran responsabilidad me aguardaba,
me sentía incapaz les confieso.

Un lugar donde vivir
tenía yo que conseguir,
amueblarlo y prepararlo,
un hogar construir.

Dudas y temores aparecían
pero tenía yo la garantía,
que si daba el primer paso
Jehová la iniciativa apoyaría.

Confiar en Él solo restaba.
Mi corazón estaba contento,
aunque mucho trabajo me esperaba
en mi servicio habría un gran aumento.

Después del servicio en la zona rural.

Sunday, May 22, 2016

Redescubriendo mis posibilidades


Llegó el momento de regresar a Quisqueya, esta vez muy bien acompañado. Fue en enero 2013 cuando llegamos, ahora sintiéndome yo, el más experimentado. Tomamos en autobús para comenzar el viaje de tres horas y media hasta San Juan. Observaba cada detalle grabándolo en mi memoria, estableciendo contrastes con lo que ya conocía. Un mes completo me aguardaba, lleno de ilusión solo pensaba, cómo podía ser útil. Me sentía como en mi hogar aunque muy poco se parecía, pero al menos tenía algo en común, contaba con la misma familia. 

Mi madre, Joshua y yo
Me sentía contento de que mi madre y mi amigo Joshua experimentaran el servicio en el extranjero. Era como revivir la emociones que tuve un año antes. Quería, que conocieran el mundo que se esconde tras las fronteras de nuestra rutina y vida diaria. Deseaba que vieran como nuestro servicio no se limita a lo que está a nuestro alcance. Durante dos semanas participaron en el censo de ASL, asistieron a las reuniones e incluso comentaron. Jamás imaginé el efecto que esto tuvo en ellos, sino hasta tiempo después. Por ejemplo Joshua, al regresar, creó las circunstancias y se dedicó a campo de ASL en Puerto Rico. 

Bayrex y Abdiel
Al ellos partir, llegaron otros reclutas, mi amigo Bayrex y Abdiel. Llenos de energía comenzaron a apoyar de lleno la congregación de El Córbano, a las afueras del pueblo. Bayrex -a quien acompañé en su primer viaje-, fue siempre para mi una fuente de estímulo por su madurez e intrepidez. No había hazaña demasiado grande para su incansable espíritu de precursor.

Francis y Glorinés
También llegaron Francis y Glorinés. Decidieron vivir la aventura motivadas por la fotos que vieron y las experiencias que escucharon. Durante dos semanas vivimos experiencias inolvidables. Francis, con su dulzura y gran corazón se ganó el cariño de todos. Glorinés por su parte con su alegre personalidad e intrépida actitud nos enseñó a disfrutar de nuestro servicio. Juntos disfrutamos muchísimo. Francis, demostró ser la mujer más valiente al subirse a la motocicleta que apenas unos días antes aprendí a manejar. Con Glorinés, di mi primer resbalón en el lodo, pero tan fuerte se agarró, que no nos caímos. También tuvimos simultáneamente nuestra primera ameba. Todo, mientras nos hospedábamos en una casita de un solo baño. ¡Toda una prueba de tolerancia! Pero sobrevivimos con una amistad más sólida y un estómago más resistente. No podemos evitar reírnos cada vez que lo recordamos.

Reunión en Las Yayas de Viajama
Visitamos luego el municipio de Padre Las Casas, pueblo entre las montañas, a una hora de San Juan. Lugar con el número más alto de gente especial por kilómetro cuadrado. Allí nos hospedamos con Rey y Millie, puertorriqueños que se mudaron a servir en la zona. Dos personas especiales que dejan mella en el corazón de todos los que les rodean. También conocimos a Natanael y Rosanna, incansable matrimonio que apoyaba la obra en la zona. Durante unos cuatro días, los acompañamos en su rutina. Parte de esta era, visitar el vecino pueblo de Las Yayas de Viajama. Nunca imaginamos que íbamos a vivir en carne propia, el trabajo que ha sido parte de la historia de ese pueblo. Como resultado de la bendición de Jehová y del arduo trabajo de Rey, Millie, Natanael y Rosanna el crecimiento ha sido increíble. La asistencia de la conmemoración de ese pueblo sin publicadores fue de 170. Tan notable fue esto, que se mencionó en el anuario de 2015 (yb15 pág. 149 párr. 1)

Mi despedida luego de un mes de servicio.
Mi tiempo de regresar a Borinquen llegó, sentimientos encontrados albergaba. Supe que pronto comenzaría la obra de criollo haitiano en la zona. Deseaba servir en San Juan, ser parte del comienzo de la obra en idioma. Sin embargo, las responsabilidades me ataban. Aunque estaba conciente de la gran necesidad del area, sentía que también estaba cubriendo la necesidad que había en mi localidad. Neftalí me enseñó, que los lugares para servir son como una sala de emergencias, donde todos tienen necesidad. Sin embargo algunos más que otros tienen prioridad. También aprendí que nadie es indispensable, el trabajo se va a hacer comoquiera. El que la obra se efectúe, no depende de nosotros como individuos. Fue entonces que comprendí, que cualquiera podía hacer mi trabajo en Puerto Rico; pero no cualquiera podía tener las circunstancias propicias para mudarse al extranjero. Yo las tenía, y no podía ser conformista y quedarme quieto.

¡Quería hacer más! Me di cuenta, que los límites de lo consideraba que era el máximo que podía dar, estaban delineados por mi propio criterio basado en lo que conocía. El ver que otros lo habían logrado me animaban a hacer lo mismo. Pero, ¿cómo con solo 19 años lo lograría? Jamás me hubiera imaginado lo que ocurrió...