EL TRABAJO llena los bolsillos, pero las aventuras llenan el alma. Son estas experiencias las que al pasar los años nos da la seguridad de que tomamos la mejor decisión. Me resulta interesante en lo personal ver otras culturas. Me fascina el lograr entender el porqué de las diversas costumbres que se llevan a cabo en las comunidades aisladas.
Recuerdo mi primer velorio dominicano. Les cuento que fue toda una experiencia. Siempre he estado familiarizado con el modus operandi de estas exequias; ya que gran parte de mi niñez la pasé con mis abuelos. Estos tenían más de 10 hermanos cada uno, así que, casi semanal moría algún: hermano, tío, primo, vecino, amigo, enemigo, etc. A corta edad yo era todo un catador profesional de chocolate caliente y pan sobao', y un excelente corredor de bienes raíces fúnebres. Sin embargo, no me bastó esa experiencia adquirida para lo que estaba a punto de ver.
La caravana fúnebre |
El alcoholado o "berrón" con las hojas de guanábana. |
Cruzando la empalizada de alambre de puas. |
Pasando unos meses y ya estando mis padres en el pais fué que entendí el asunto mejor. Cierto día, predicábamos en campaña por una comunidad rural de San Juan llamada El Ciruelito. Cómo de costumbre, llegamos en motocicletas adentrándonos en el campo. Al llegar resulta que en una de las casas estaban esperando a que llegara un muerto que traían del pueblo con el objetivo de velarlo. Cuando llegó el muerto -quién era una bisabuela de la dueña de la casa-, comenzó el velorio con los gritos de todas las mujeres. No importaba si era familia o del vecindario todas llegaron a llorar al muerto por igual. Esto se debe a que según la costumbre local quien no llora al muerto no lo quería. Esto desencadena un curioso escenario. Cada vez que llegaba a una: tía, prima, hermana, sobrina, amiga, enemiga, vecina, conocida, etc. comenzaba otra vez la gritería. Como si al hacerlo acompañaban al nuevo integrante del velorio en su dolor. Era curioso como desde que llegaban y se bajaban de la camioneta dónde usualmente venían, se "etericaban" (poner todo el cuerpo tieso), asi que los hombres tenian que ayudarlas casi cargándolas hasta entrar al lugar. Así están por 9 días y se repite la gritería cada vez que llega algún pariente de la capital o de donde sea. Al menos al muerto lo entierran máximo al segundo día. Luego se pasan los próximos 6 días jugando dominó bajo la lona de saco que ponen frente a la casa para guardar el alma durante los nueve días que resan y así le aseguran "la entrada al cielo". Extraña costumbre, ¿no es verdad? Ese día aquel campo se encontraba desolado. Todo el mundo estaba en el velorio. Parece que el "Chenchén con chivo" estaba bueno o por agotarse, ya que ni un alma rondaba los predios. Recuerdo que, para poder dejarles la invitacion que le llevábamos tuve que pasar por debajo de la empalizada de alambres de puas en algunas casas para llegar a la puerta y dejar la invitacion en un lugar seguro.
En fin, de las experiencias aprendí varias cosas. Primero, aprendí a visitar un velorio luego del noveno día. Segundo, a nunca preguntar quién era el muerto a alguien que ya está tranquilo. Esto ocasionará un efecto dominó de gritos imparables. Tercero, aprendí que cuando gritan "guay" no están reclamando "why? (¿porqué?)" en inglés. Simplemente es una expresión de dolor o asombro. Cuarto, aprendí a dejar que las cosas fluyan y a no creerme médico cuando la madrina está presente con el alcoholado y las hojas de guanábanas. Y quinto mi madre aprendió a no pasar con la guagua por debajo de una lona fúnebre a menos que quieras llevartela enredada en la capota y profanar las exequias.
Pero algo sí aprendí de estas experiencias. La empatía dominicana es inigualable. En estas comunidades rurales uno ve cómo toda una comunidad se une en apoyo a la familia del difunto. Se ve cómo el dolor ajeno se convierte en el propio. Y se ve cómo la compasión los impulsa a no escatimar en gastos para que los dolientes sobrelleven su pena. Una cultura admirable cuando de relaciones humanas se trata. Habiendose dicho todo esto, llegué a una conclusión: el dia que me muera quiero un Velorio Rural Dominicano "¡Guay, guay, guay mi mai'!".